lunes, 14 de junio de 2010

Ridicula...


Quinta parte...


Ella tenía el ridículo don de decorar la realidad a su antojo, poseía una imaginación que trascendía todos los limites posibles, cuando algo no le gustaba, cuando se asomaba una necesidad insatisfecha o simplemente cuando nada pasaba ella dibujaba pececitos de colores, duendecitos, hadas y mariposas por todos lados. Cualquier cosa, una foto, una frase suelta, un deseo, una canción, era un disparador inmediato a un increíble mundo de fantasías. El problema eran los intervalos brutales, esos momentos en los que una mano gigante sopapeaba hadita por hadita dejándolas inconscientes y trastrabillando en el suelo por un rato.

No sé si fue su amigo con el corazón roto del otro lado o que esta vez había más pececitos que profundidad de campo, pero ella no logro evitar preguntarse si su imaginación finalmente la aplastaría o seguiría siendo solo un simple juego.

El deseo estaba muy dentro de ella, eso era claro, pero hasta donde?...

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